❝A VEINTISIETE GRADOS DE LATITUD NORTE y a punto de mi última expedición de esta intensa temporada, una expedición muy Salgari. ¡Pensar que no hace tanto lo despreciaba torpemente!, qué gran error: con él descubrí sin darme ni cuenta a Kali, Buda y los tigres, pero no esos de plástico que llegaban enterrados en aquellos primeros tambores de detergente español junto a otras figurillas salvajes (conservo todavía algunas), los tigres, decía, en acción… como desde Bardia Forest Resort, un inmueble familiar convertido en hotelito.

Nada amigo de visitar zoos —ni zoos ni cementerios—, la idea de acercarme al Parque Nacional de Bardiya tiene otro color e incluso visos de cumplirse y avistar tigres de verdad. Aunque el animal más elegante de la creación, sin lugar a discusión, sea la jirafa, en los tigres parece reencarnarse la eterna juventud, el poder de invocar el autodominio y la vigilia al desdén, una mezcla irresistible. Las jirafas son unas insulsas después de todo y en la piel del tigre reposa la fuerza de Siva todopoderoso.
Ayer, 6 de febrero, volé en avioneta bimotor turbohélice con la aerolínea Yeti Airlines, la del fatal accidente de Pokhara en fecha reciente, desde Katmandú hasta Nepalgunj. Y desde ese pequeño y remoto aeropuerto en un jeep seguidamente por carretera alcancé la reserva para recorrerla en los próximos cuatro días de relax y tensión con uno de los mejores avistadores de felinos, el pequeño gran tharu Baba, que me esperaba paciente y amablemente en un lateral del aparcamiento. No había alternativa.
¡Que Siva y todos los nagas nos protegan! ●