Incursiones desde Górgora

A ONCE GRADOS DE LATITUD NORTE, una nueva jornada en bote permitía seguir con las incursiones desde Górgora por la costa e islotes cercanos del lago Tana, y llevarnos a los monasterios de Galila y Mandaba y el complejo en ruinas de Maryam Gimp.

El primero de los monasterios que pisamos, el de Galila, era el más alejado de Górgora, a unas dos horas, donde no se les permite entrar a las mujeres, sin embarcadero y con una subida pronunciada entre un peñascal negro, como es habitual. Muchos de los monjes vinieron a saludarnos. Estaban avisados de nuestra visita.

Este pequeño monasterio, pequeño pero proporcionado, ha perdido prácticamente todo el esplendor que pudo alcanzar (los muros descarnados por completo y la techumbre se sostiene con necesidad de reponerse), pero persiste la entrañable historia del fundador Abba Zacarías, que llegó andando sobre las aguas del lago Tana y después se ayudó de un hipopótamo hasta que revolviéndose contra él tuvo que imprecar a Dios para que lo domesticara y acabara formando parte de la legendaria historia del monasterio.

Pintura alusiva a la fundación del monasterio de Galila en el lago Tana.
Relato de la fundación del cenobio masculino Galila por Abba Zacarías y la leyenda del hipopótamo.

Algunas copias, quizá como mucho de terciado el siglo XIX, cuelgan del muro de la entrada principal, contando la historia de la fundación y el primero de los monjes. Otras sencillamente están destrozadas. Las puertas lucen sin ornamentación alguna salvo la talla de unas leves y primitivas acanaladuras en los tacos de los quicios, de cuatro peldaños en representación de los cuatros evangelistas Al parecer algunos de los manuscritos están a salvo en el mismo lugar pero no hubo suerte para verlos.

El guía y el barquero traían para ellos un atril desmontable metálico y manojos de velas para ofrendas y alguna otra bolsa con comida. Después de un breve momento de oración comunitaria, nos dirigimos a unas casillas algo más abajo y allí compartimos injera con mitmita o quizá alguna otra mezcla especiada. La bebida fermentada que me ofrecieron no la probé a la vista del burbujeo con el que venía.

El pescador en su barco de papiro pescando con red cerca del monasterio de Galila en un incursión desde Górgora.

Uno de los pescadores que faenaba lanzando la atarraya cerca del monasterio se unió a nosotros en cuanto nos vió desembarcar y nos acompañó luego, con su canoa hecha a mano a base de juncos de papiro, la típica tankwa, atada con una maroma a nuestro fuera borda, hasta el palacio de Maryam Gimp, un promontorio en península a unos cinco kilómteros de distancia enfrente. Parte de su botín de barbos nos lo llevaríamos de regreso a Gorgora.

En ruinas, da medida de alguna dimensión, anticipo de la arquitectura de Gondar, luce un paramento de gusto renacentista, como un espacio termal de lujo europeo romano. Después de la caminata hasta el viejo palacio, no excesivamente pronunciada, tendida y fácil, algunos monjes, acomodados en unas habitaciones no demasiado lejos de la suerte de embarcadero, nos invitaron a injera y leche. Consultaron con el guía algunas cuestiones de intendencia y cuestiones de salud —una herida abierta muy fea—e intercambiaron información de sus móviles.

Casetomes clásicos de la arquitectura en ruinas del palacio de Maryam Gimp, en Gorgora Nova.

De vuelta a Gorgora, hicimos el último alto para visitar el monasterio de Mandaba. En un recodo donde surgía una suerte de embarcadero y uno de los monjes se bañaba pudorosamente amarramos el ruidoso fueraborda. El monasterio está completamente reconstruido con talla en las puertas de acceso y una especie de flecadura sin sonido pendiente del alar, cerrado a cal y canto. El museo, en penumbra, como suele ser habitual, lucía una mezcla completamente extraña, fusiles de fabricación belga de hace un siglo mínimo entre osamentas de cabezas de hipopótamos, gorros de paño blanco, huevos de avestruz, libros manuscritos, iconos de gusto europeo renacentista, quizá del siglo XVII, sin prestarles mucha atención en la banda más cerca del suelo, atriles y lampadarios.

La carambola de algunas imágenes me deja contento, como esta que comparto aquí abajo. Para otra ocasión los detalles de la ceremonia en la que participamos todos: los monjes, los chinos, algunos tibetanos que se habían acercado y yo sin esperarlo

Vista del islote de Galila desde el palacio en ruinas de Susenyos en una incursión desde Górgora.
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